Nacida en 1988 en Teherán, Irán, Reihaneh Hosseini se sumergió en estudios filosóficos antes de establecer su base artística en Viena en 2014. Su elección deliberada del estilo figurativo es más que una simple decisión artística; es una manifestación de su núcleo emocional, las historias que desea transmitir y su perspectiva única sobre la existencia.

Las inspiraciones de Hosseini están arraigadas en lo cotidiano: amigos y experiencias comunes sirven como fundamento de sus narrativas. Sin embargo, cuando sus impresiones se trasladan al lienzo, experimentan un proceso transformador, resultando en una representación dismórfica. ¿El resultado? Figuras con dimensiones exageradas, elementos grotescos, atributos distorsionados y una paleta de colores que desafía las expectativas.

Sus obras poseen una resonancia corporal profunda, haciendo palpables las absurdidades intangibles que percibe en las innumerables experiencias de la vida. Cada pintura es un delicado equilibrio de opuestos, presentando figuras que constantemente oscilan entre lo estéticamente atractivo y lo inquietante. El barniz caricaturesco de sus personajes ofrece una ligereza, un elemento de humor que se contrarresta con sus inherentes matices filosóficos.

Al observar la obra de Hosseini, uno es transportado a un reino surrealista. Aquí, cada personaje actúa como un espejo, reflejando aspectos de nuestro subconsciente, invocando la inocencia de nuestro niño interior y recurriendo a nuestras imaginerías mentales y socioculturales compartidas.