Charline
Tyberghein
Los cuadros de Charline Tyberghein son intervenciones ingeniosas. Son un placer para la vista, juguetones en su simplicidad, pero su tipo de humor nunca es incondicional. Sus cuadros están hechos a mano, por así decirlo. Aprecia la belgitud. Pintando en la estela de los surrealistas bruselenses, su obra es visualmente muy agradable, pero tiene una arista. Se esfuerza por dar un vuelco a esta estética confundiendo sus cuadros con temas cotidianos. Están poblados de objetos y símbolos cotidianos. De este modo, genera un cambio de objeto artístico a objeto utilitario. Ocupan el término medio entre lo mundano y lo inalcanzable. La mejor manera de describirlos es como ejercicios de lectura: las superficies de sus cuadros luchan con el significado que hay debajo. El objeto y el lenguaje, lo material y lo mental, se entrelazan y se confunden. Son complejas a la vez que parecen estúpidamente sencillas. Al exponer, Charline busca una conexión con el espacio circundante. Sus cuadros hacen referencia a las antiguas técnicas de trampantojo; a menudo son engañosas ilusiones ópticas de espacio y perspectiva, pero la superficie real es plana. Busca la manera de colocar elementos escultóricos en las pinturas bidimensionales, para darles literalmente una nueva dimensión.