Bram

Kinsbergen

Como pintor, el trabajo de Kinsbergen es deliberadamente procesal: con unos pocos trazos exploratorios y bien pensados la
imagen de una habitación abandonada o de una piscina solitaria aparece en el lienzo. Con unos pocos contornos bien colocados, aparece un coche que se ha quedado atascado en la nieve o que parece hundirse lentamente en el horizonte. Kinsbergen realiza todas las correcciones en el propio lienzo; el carácter exploratorio de su obra se ve reforzado por esta técnica. Pero los breves contornos y las amplias superficies a través de las cuales Kinsbergen evoca un rico mundo emocional están siempre en siempre en el límite de lo figurativo. Lo que se convierte en una escena sorprendentemente figurativa con sólo unas pocas pinceladas finas, siempre permanece en estrecho contacto con la materialidad de la pintura y la planitud del lienzo. Cada sugerencia de profundidad espacial, cada mundo emocional rico mundo emocional que vemos emerger en una inspección más cercana se encuentra en el abismo de lo abstracto. En los cuadros de Kinsberg un mundo que nosotros, como espectadores, construimos sin esfuerzo con nuestros ojos; pero nuestros ojos tienen que hacer el trabajo y pero nuestros ojos tienen que hacer el trabajo y tienen que aceptar que el abismo abstracto de lo desconocido siempre se vislumbra en el horizonte. Si seguimos mirando, descubrimos que el mundo puede ser muy frágil. En un abrir y cerrar de ojos, la pista de tenis desaparece en las superficies abstractas grises y negras que dominan el lienzo.

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